martes, 10 de julio de 2018

Las flores de mi vestido

En menos de un mes estaré cogiendo un avión que me llevará a Nueva York. Tengo la guía desde Navidad, tengo un mapa preparado con todos los puntos a los que quiero ir, no dejo de buscar en blogs lugares escondidos para visitar y, aún y así, tengo la sensación de que no soy yo la que va a ir. ¿Sabéis cuando veis algo tan, tan imposible, que cuando se hace realidad no termináis de creerlo? No terminas de vivirlo y eres más espectadora que protagonista.

Tengo miedo de llegar allí y sentir que no estoy pisando esas calles llenas de rascacielos que compiten por ser el más alto. Quiero sentirme pequeña, quiero sentirme yo. Quiero ponerme todos los vestidos que me he comprado para pasear como si fuera la protagonista de cualquier serie. Quiero tomar todos los cafés que encuentre y atiborrarme a perritos calientes. Quiero entrar a todos los museos y sentirme rodeada en la Estación Central. Quiero pensar: “pues no era para tanto” al llegar a Times Square y llorar de felicidad al cruzar el puente de Brooklyn. Ir en bici por Central Park escuchando Strawberry Fields, pero terminar las tardes en las terrazas de Bryant Park mirando hacia la biblioteca. Quiero bailar en todas las azoteas y saludar a la Estatua de la Libertad: 

— Soy libre — le diré mientras las flores de mi vestido se alborotan. 

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